Columna Diario SUR. Sábado, 7 de marzo 2015
'Ciudades e Iconos' por Jacqueline Campos
En innumerables
ocasiones cuando alguien nombra una capital, sistemáticamente la relacionamos
con una imagen que va desde una plaza, torre, monumento o edificio vanguardista.
Quiere decir, algo muy destacado que es convertido en el icono representativo
de esa ciudad y que al verlo es como si estuviésemos en el lugar porque es un
emblema que nunca desaparecerá de la memoria. Si hacemos un repaso por algunas
de las ciudades y sus iconos,
nos topamos con la Estatua de la Libertad en Nueva York, el Big Ben en Londres,
la Torre Eiffel de París, la Puerta de Brandeburgo de Berlín, la Torre de Belém
en Lisboa, la Sirenita de Copenhague o el Oso y el Madroño de la Puerta del
Sol.
En este propósito de buscar
documentación para conocer mejor el significado de icono y su posible relación
con una ciudad, encontramos la definición de la Real Academia Española que
trata de la semejanza entre un objeto y la propia imagen. No es que tenga ánimo
de rizar el rizo, pero en Historia del Arte un icono es esa obra de arte
religioso que representa los santos y eventos bíblicos, que es venerado,
respetado pero no se le adora.
Y aquí es donde quería llegar. A qué
santo, que no evento bíblico, viene que un arco de tan cuestionable gusto y valor
artístico represente a Marbella. Entiendo que construir un arco en la época
romana tenía su significado, un arco triunfal para desfiles de las tropas
vencedoras y situado en un lugar estratégico como un cruce de calzadas o en el
extremo de un puente. Pero en la entrada de Marbella, que opino no es el punto
ni más atractivo ni más fotogénico por mucho que esté coronado por su mismísimo
nombre, no es para ir fardando ante los amigos ni para que se te quede grabado
en la retina por los siglos de los siglos.
Posiblemente a los miles de turistas que
cruzan cada día por el ‘pase misí’ les traiga al pairo las circunstancias
imperiales por las que el arco fue erigido en nuestra ciudad hace más de veinte
años. Tampoco creo que pongan en duda el blanco y remozado aspecto que ofrece,
sobre todo después de finalizadas las obras de rehabilitación. Pero eso de
tener que escuchar que se ha convertido en un clásico de la ciudad y en uno de
sus monumentos más emblemáticos y fotografiados, es como mínimo para reírse.
Si lo que queremos
es tener un icono al igual que las ciudades bien, deberíamos pensar en otros
símbolos porque haberlos, haylos. La Concha de Marbella, La Venus, la Plaza de
Los Naranjos, La Alcazaba o la muralla son sólo algunas de las imágenes de una extraordinaria
belleza natural que cumplen con ese requisito que busca el viajero para
completar su ritual de captar una instantánea ante, lo que se supone, será la fotografía
por excelencia que le traiga
el recuerdo de un lugar mágico y con el que sueñe por volver. Pero no una
estructura blanca, a modo de arco de triunfo, que le quite el sueño.
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