Columna Diario SUR. Sábado, 20 de diciembre 2014
'Panem et Circenses' por Jacqueline Campos
Los circos con espectáculos de animales
que instalaban sus tiendas en la costa tienen los días contados. A los
municipios de Benalmádena, Marbella y Benahavís, que ya han aprobado en
consenso la citada prohibición, le seguirán Málaga y otras localidades vecinas
en un plis plas. Parece que en esto del mundo circense hemos sabido seguir la
senda de países tan civilizados como Austria, Dinamarca, Finlandia, Suecia o
Canadá. Estamos hablando de una seria y acertada decisión que evitará el
sufrimiento de los animales que viven injustamente privados de libertad,
enjaulados y encadenados. Y aquellos que sigan pensando que no se puede
concebir el circo sin animales y que forma parte de la cultura europea, pues a
lo mejor deberían tener en cuenta que los verdaderos atentados contra la
cultura en la actualidad han tomado otros derroteros.
También resulta muy acertada la medida
de endurecer la reglamentación en lo relacionado con la presencia y uso de
animales en atracciones, ferias y desfiles, máxime después de haber visto la
agonía del inocente burro que murió el pasado domingo días posteriores al que
un payaso, que pesaba 150 kilos, decidió sentarse encima de él en un belén
viviente. De verdad, todo esto parece como si estuviéramos viviendo
reminiscencias de los circos de la antigua Roma en los que se echaba a los
cristianos al ruedo para ser devorados por las fieras, pero en revelado.
Somos muchos los que opinamos que la
cultura circense tiene muchas expresiones sin animales. Una plantilla compuesta
por acróbatas, contorsionistas,
domadores, hombres bala, malabaristas, tragafuegos, titiriteros, magos y
payasos, sobre todo eso muchos payasos es la perfecta combinación para triunfar
en el maravilloso mundo del circo. Que me disculpen los amigos que se dedican
al espectáculo más grande del mundo, pero es que encuentro un gran paralelismo
con los números que se dan en la política de nuestro país y, lo que es peor,
con personajes que en vez de hacernos pasar un buen rato, lamentablemente nos
hacen llorar. Con el paso del tiempo nos hemos ido acostumbrando a ser un público
sin ningún tipo de interés ante la escasa variedad de números, porque siempre
son los mismos. Y casi siempre con una sobreabundancia de payasos que ya
realmente resulta cansino.
Pero
parece que en un sentido o en otro, y en los contrarios también, el viejo
principio de los dirigentes romanos sigue teniendo vigencia para sacar adelante
lo que realmente importa a estos dirigentes, que no es otra cosa, que su propia
supervivencia. Vamos, que no vayan a pensar que estas prohibiciones
municipales, con las que reitero mi total conformidad, van a terminar con los
circos malos. Pues no señores lectores, seguirán funcionando por mucho que nos
pese a sus detractores, porque dar circo al pueblo ha sido desde Roma, y
seguramente antes, la mejor manera de que los políticos sigan subsistiendo.
Solo que ahora el pan y juegos de circo, panem et circenses, se ofrecen de
forma mucho más directa como en las redes sociales y en la modalidad
televisiva, fácil modo de entretenimiento para ganar poder político.